Una sonrisa coqueta, acerca discretamente a la Venus luminosa.
Tímida en veces y otras destellante pero se acerca, se atraen.
El tiempo pasa lento en la observancia. Cae la tarde y se atraen. Esperan en esa complicidad que da la noche para brillar tanto que se funden de pronto.
Las nubes -también cómplices- tapan y descubren la aproximación.
Qué será de esa atracción a altas horas de la noche?
Sólo los locos y lunáticas podrán descubrirlo si atisban vouyeristas la atracción de una sonrisa lunera a la belleza de la Venus.
La luna mengua y Venus caliente destella. Como testigos las Playades, allá en finito conocimiento de lo infinito…
Y llegarán al éxtasis en ese paroxismo de lluvia de estrellas que de las lagrimas de san Lorenzo pasa a las de las Lirídas que regalan al paso de abril.
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